sábado, 16 de abril de 2011

Que viva el Teatro Popular

Definir como estilo aquello que parece ser tan inherente al teatro, el carácter de “popular”, responde a la necesidad de diferenciarse del modelo elitista que segregó a las artes de su pueblo, y que hasta el día de hoy, se legitima en parte gracias a los modelos económicos que transforman la cultura en bienes y servicios de consumo, destinados al entretenimiento de masas.

El teatro popular vive en la comunidad. Responde a sus formas de expresión, representa sus puntos de vista, se encuentra con las manifestaciones de la tradición y desarrolla un discurso político coherente con la masa a la que  representa, con la que dialoga en un mismo lenguaje. No le rinde pleitecía a la hegemonía y le habla al público mirándolo a los ojos, involucrándolo como parte escencial de una experiencia que va más allá del hecho artístico.

Pese a que en terminos cuantitativos ambos apuntan a grupos masivos, el concepto de "comunitario" parece la antítesis de lo que representa para nuestra sociedad el concepto "pop" inferido de la cultura de masas. Mientras lo comunitario necesita de un grupo humano para desarrollarse, la cultura de masas ofrece un panorama listo para ser consumido, sin necesidad de incluir a esa gran masa en su desarrollo y con el peligroso poder de decidir e instalar constructos ideológicos en la mayoría.

Es al alero del primer concepto que el teatro popular va creando su propia trascendencia y fidelizando sus audiencias. Y es en esa relación directa con el público, en el contacto visual, en el uso de los espacios públicos, en la libertad de pensamiento, etc. donde anida la esperanza de que el teatro vuelva a ser una herramienta comunicacional masiva, que logre provocar los anhelados cambios sociales.







.

1 comentario:

Déjame tu comentario.