martes, 12 de julio de 2011

EL TEATRO HEGEMÓNICO


Pese a que goza de una singular popularidad (69% según CEREC), quienes estamos relacionados directamente con la cultura y el teatro sabemos que Cruz Coke no ha hecho mucho más que desarticular la escueta institucionalidad cultural del país y reformular los principales programas de creación y circulación de obras teatrales.  Al menos en el área de teatro, no hay programas, cada vez hay menos recursos y ni si quiera hay coordinador de área.

Parece ser que la principal política cultural de la nueva forma de gobernar es ignorar la política cultural existente y a través de sucintos gestos, instalar el discurso hegemónico que fomenta la cultura de masas y defiende la estética por sobre los discursos.

El que se desarticule el programa de dramaturgia nacional o se privatice el programa Chile Barrio, es totalmente coherente con las políticas culturales que podría concebir un gobierno de derecha, pues a través de estas gestiones, merman la expresión crítica y controlan sus niveles de expansión.

Sin embargo, más que nunca se me hace fácil reconocer en la oferta teatral los planteamientos políticos tras las compañías, que van dando cuenta de cómo esta rama del arte reacciona frente a la realidad y cumple finalmente el rol de espejo social.

En un momento crucial de la historia chilena, cuando un presidente elegido democráticamente tiene menos aprobación que la gestión de un dictador, el teatro explota la cartelera con una gran oferta de trabajos, los que sin duda dan cuenta de la polarización política del país: hay unos reaccionarios, y otros que no están ni ahí.

Mientras la facción más comercial de teatro, empotrada en el eficiente discurso capitalista del entretenimiento, sigue su cause normal; aparecen con fuerza otros dos tipos de discursos supuestamente antihegemónicos: uno profundamente contestatario y uno que cuestiona a la familia.

Al menos cinco obras de la cartelera top actual abordan el problema del regreso de un miembro al núcleo familiar, representando el conflicto de la creación de lazos. El amor filial, la constitución de la identidad y lo privado aparecen con fuerza sobre dramas bien actuados y limpias puestas en escena.

Por otro lado vienen obras como “La Mala Educación”, “Los Santa Martistas” o “El Pueblo Contrataca”,  producciones independientes vinculadas con los problemas políticos actuales, críticas del sistema y con un duro nivel de realidad. Obras molestosas instaladas sobre bellos dispositivos escénicos, que dan cuenta de creadores despiertos con pensamiento crítico.

Sin embargo, es peligroso utilizar una herramienta política como lo es el teatro, para no dar opiniones políticas, porque ese “no estar ni ahí” es también una construcción cultural de la hegemonía.

Por el lado del gobierno, es el propio Ministro quién da el ejemplo del enfoque cultural oficialista a través de su faceta de cuenta cuentero en la inauguración del FAM FESTIVAL, el primer festival dedicado a la familia. La temporada invernal resulta ser la excusa perfecta para orientar las expresiones culturales hacia consolidar el núcleo más básico de la sociedad, fomentando por ello festivales de teatro infantil y auspiciando espectáculos que profundicen en esos temas.

Si el teatro ayudara a consolidar el sentimiento de descontento en relación a los problemas de lacomunidad, el público encontraría en él el reflejo de su propio malestar, despertando sentimientos de solidaridad social que son ajenos a los intereses del sistema que impone la hegemonía a través de la ambición y la propiedad privada.

Cuando lo que se fomenta es la familia, se está utilizando un artilugio moral para fortalecer la división de la comunidad, usando la famosa estrategia maquiavélica de “dividir para gobernar”. Si a la par se suprime la dramaturgia nacional y se privatizan los principales programas de itinerancias artísticas, el gobierno se desentiende fácilmente del minúsculo problema del teatro, otrora bastión de la resistencia artística, e instala un discurso moral como alternativa al teatro comercial, el que también responde, lo quiera o no, al discurso hegemónico.

Es importante que el arte cuestione el discurso oficial y apoye los movimientos sociales, porque si no, perece en su sentido de agente trasformador. 
En estos momentos Chile esta viviendo una profunda crisis,  impulsada por la mala y corrupta gestión de politiquerillos que no representan a nadie, la que sin duda desembocará en una serie de cambios sociales que harán de este país un lugar mejor.

Si Hidroaysén ha hecho al pueblo despertar, que el fútbol nos de la alegría y el teatro la luz suficiente como para no volver a quedarnos dormidos.
Hagamos teatro con contenido.