sábado, 16 de abril de 2011

Lo que no me gusta de la gestión cultural

Si hay algo en estos dias que me roba los pensamientos y el tiempo, es la gestión de proyectos culturales.
Cómo mierda conseguir financiamiento para montar las obras de teatro y cúal podría ser un buen modelo de negocio para una compañía de teatro emergente y dedicada al teatro popular.

Es entonces cuando la figura del gestor cultural aparece en gloria y majestad, como un angel iluminado que sabe los recovecos de la ley Valdes, rellena los formularios con sólidos argumentos y tiene una abultada agenda de contactos. Y veo a mi alrededor un sin fin de ofertas de  posgrados en gestión cultural y comprendo que su rol rápidamente se convirtió en el egranaje escencial para el ejercicio de los creadores.

Pero no debería ser así.

Como a mi no me gusta la gestión, decidí conseguirme a alguien.
Un gestor me cobra entre el 10 y el 15% del total del proyecto, sin importar que el item honorarios para los actores (en este caso 8) con suerte supere el 50% de los recursos requeridos. Entonces el gestor gana 3 veces más que cualquiera de los artistas, siendo el gestor un técnico y el actor un profesional.

Entiendo la gestión como una pieza fundamental del engranaje, pero no la escencial. Lo importante aquí es la obra que el artista realiza, no el técnico que se encarga de vender o desarrollar el proyectos.
Sé que la gestión cultural va más allá de eso, pero tengo la certeza de que si equiparamos los roles entre lcualquier dupla de profesionales con técnicos,  es la figura del gestor la que debiera ocupar el lugar del técnico y sin embargo, hay cierta contradicción en que se valore más que al mismo profesional, que se vuelva una pieza fundamental  y que se estudie a nivel de maestría, siendo una carrera evidentemente técnica.

Esto de las industrias culturales y los proyectos desarrollados según planificaciones gantt, a mi no me gusta nada. Soy una artista profesional y creo que mi tiempo y mis pensamientos deberían estar enfocados en delirar sobre mis personajes, aprenderme mis textos y soñar con ese escenario en el que quiero actuar, en vez de estar de nuevo llenando formularios con detalles técnicos o pensando en conseguirme un gestor que finalmente ganará más plata que yo al vender mi propio proyecto.

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